jueves, 30 de octubre de 2008

PRESENTACIÓN DE CALÍGULA


Nunca he tenido necesidad de presentarme, dado que todos mis súbditos me conocen y me aman. Sin embargo, y sólo por esta vez, me presento ante vosotros. 
Soy Cayo Julio César Augusto Germánico, emperador de la dinastía Julio-Claudia. Hijo de Julio César Claudiano, llamado Germánico, y nieto adoptivo del emperador Tiberio César Augusto. Goberné Roma entre los años 37 y 41. 
Julio César pasó a la historia como el gran general de la Guerra de las Galias y último Dictador de la República. César Augusto como el gran político de la Pax Augusta y primer emperador del Imperio. Yo, por mi parte, soy conocido como el emperador más cruel, caprichoso y amoral de la historia de Roma. Charlatanes como Filón o Séneca y mentirosos como Suetonio, Tácito o Dión Casio han tergiversado los hechos y han logrado presentarme como un monstruo. Me acusaron de libertino y depravado en mi vida privada; me tacharon de cobarde e incompetente en el campo de batalla; me tildaron de extravagante y avaro en mi gestión del Tesoro Público; me describieron, en fin, como a un demente y un desequilibrado, el peor emperador de la historia de Roma.
Y, sin embargo, no es así como yo me recuerdo durante los escasos cuatro años de mi reinado.
Todo el Imperio me conoce por mi sobrenombre. De pequeño, los soldados de mi padre, a quien acompañé en sus guerras por Germania, me apodaron, ridículamente, "Calígula", como diminutivo de las sandalias que vestían y que eran llamadas "caligas". Me crié en un ambiente militar, rodeado de guerra, torturas y ejecuciones. Aun así, desde muy joven me atrajeron sobremanera el baile, el canto y el teatro, pasiones que me acompañarían hasta el final de mis días.
Durante los últimos años de mi vida decidí usar el poder que poseía para llevar la lógica a sus últimas consecuencias. Decidí elegir en libertad sobre todas las cosas, porque el mundo, tal como está hecho, no es soportable. Os aseguro que si hubiera podido escoger a mi padre, no habría nacido todavía. 
Por eso, cuando murió mi hermana Drusila, necesitaba la luna o la felicidad o la inmortalidad, algo descabellado quizá, pero que no fuera de este mundo. Y fui en su busca, mas nadie me entendió. Así que, de vuelta, me propuse ser libre y actuar a mi antojo. Obligaría a los patricios del Imperio a desheredar a sus hijos y a testar a favor del Estado. Conforme a mis necesidades económicas, iría matándolos, siguiendo el orden de una lista arbitrariamente establecida. De este modo, yo, heredaría. Había comprendido la utilidad del poder. Da oportunidades a lo imposible.
Tras tres matrimonios, mi cuarta esposa, Milonia Cesonia, me dio la única hija que tuve, Julia Drusila. Sin embargo, los patricios no soportaban mi libertad, puesto que era su condena. Tramaron un complot contra mí, dirigido por Casio Querea, comandante de la guardia pretoriana. A comienzos del año 41, me dieron muerte junto con mi mujer y mi hija. Mi tío Claudio fue proclamado emperador y vengó mi muerte ejecutando a los cabecillas del complot.
Soy Cayo Julio César Augusto Germánico, hijo de Germánico y nieto de Tiberio, y fui el hombre más libre sobre la tierra. ¿Qué has hecho tú que merezca la pena ser contado?
Aún tienes tiempo.
Hazlo.
CALÍGULA.

1 comentarios:

Libertad Martínez dijo...

Dios, Alex, me quito el sombrero, eres un fenómeno.
En fin, contestando a Calígula: hombre entenderás que tu has dejado en la historia ese sabor del poder desmedido, que utlizaste todo un imperio para ser libre tu y humillar a todos/as los/as demás.
Que gracias a tu historia otros sabemos lo que no queremos.
Calígula, tu muerte fue la libertad de muchos, y tu vida el suplicio no sólo de los pudientes, sino de un pueblo al que durante 4 años maltrataste sin piedad.
Debo decir, de todas formas que ejerces sobre mi una atracción insana, que me impulsa a leer todo lo que se escribe sobre tí.