jueves, 13 de noviembre de 2008

LA BELLEZA DE LA POESÍA




QUÉ ALEGRÍA VIVIR...

Qué alegría vivir
sintiéndote vivido.
Rendirse
a la gran certidumbre, oscuramente,
de que otro ser, fuera de mí, muy lejos
me está viviendo.
Que cuando los espejos, los espías,
azogues, almas cortas, aseguran
que estoy aquí, yo, inmóvil,
con los ojos cerrados y los labios,
negándome al amor
de la luz, de la flor y de los nombres,
la verdad trasvisible es que camino
sin mis pasos, con otros
allá lejos, y allí
estoy besando flores, luces, hablo.
Que hay otro ser, por el que miro el mundo,
porque me está queriendo con sus ojos.
Que hay otra voz con la que digo cosas
no sospechadas por mi gran silencio;
y es que también me quiere con su voz.
La vida -¡qué transporte ya!-, ignorancia
de lo que son mis actos, que ella hace,
en que ella vive, doble, suya y mía.
Y cuando ella me hable
de un cielo oscuro, de un paisaje blanco,
recordaré
estrellas que no vi, que ella miraba,
y nieve que nevaba allá en su cielo.
Con la extraña delicia de acordarse
de haber tocado lo que no toqué
sino con esas manos que no alcanzo
a coger con las mías, tan distantes.
Y todo enajenado podrá el cuerpo
descansar, quieto, muerto ya. Morirse
en la alta confianza
de que este vivir mío no era solo
mi vivir: era el nuestro. Y que me vive
otro ser por detrás de la no muerte.

Pedro Salinas, La voz a ti debida (1933)

Profesor universitario en La Sorbona y Cambridge, poeta, ensayista y dramaturgo, fue uno de los más grandes poetas de la llamada "Generación del 27", en cuya nómina se incluyen nombres de la talla de Jorge Guillén, Rafael Alberti, Federico García Lorca, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Luis Cernuda o Vicente Aleixandre. Como la de sus colegas, la poesía de Salinas se sitúa en un punto de equilibrio entre la pureza estética y la poesía auténtica, preocupada por los problemas del hombre.

Este poema fue publicado dentro de la obra La voz a ti debida, formando parte de una trilogía amorosa inspirada en su amor por Katherine R. Whitmore, una estudiante americana a la que conoció en el verano de 1932. La relación se mantendría viva por espacio de quince años en forma epistolar, a pesar del intento de suicidio de su mujer al descubrir el affaire.

Yo aprendí estos versos con 10 años. Entonces no me decían mucho, pero sólo hay que darle tiempo al tiempo. La poesía no se explica, se siente. Así que, haced un alto en el camino y disfrutad de la belleza.

4 comentarios:

Libertad Martínez dijo...

Hacía años que había leído este poema, y no me acordaba. Genial, me ha hecho recordar, y como siempre me ha gustado ese bello enlace de palabras, que transmiten sentimientos, no sólo los del autor, sino esos que se te despiertan muy dentro.
Un Gran poeta, un magnífico poema.

Anónimo dijo...

Menuda poesía. No sabía quién era Salinas. Pero ahora voy a buscar algún libro suyo para leerlo. gracias por el descubrimiento.
Pedro.

Libertad Martínez dijo...

Alexxxxxx, no te hagas de rogar y escribe.
Hoy Ricardo ha prometido que en esta semana se pone al día con las peticiones que tiene para el IloveIU.
Un besazo

Isa dijo...

Menudos versos!!!
No lo había leído, por lo menos no lo recuerdo.
Como dice Liber, un bonito juego de palabras. Habrá que hacerse con la trilogía.
Besos